viernes, 26 de noviembre de 2010

Naturaleza salvaje

Busco desesperado las llaves del coche (no dejo de pensar en esa frase leída no sé cuándo ni dónde que expresa tan sencillamente una verdad absoluta: el sentido de la verdadera felicidad se descubre cuando te das cuenta de que realmente no has perdido las llaves del coche; hay otra aún mejor de Woody Alen: las dos palabras más hermosas del mundo son "es benigno") con la desesperanza que da lo inabordable de la tarea en medio de un pimpollar de rebollos, cuando aparece José Luis, el guarda. Después de los amagos de ayuda y las condolencias por la estupidez de mi pérdida, derivamos a los temas de siempre: algún cotilleo sobre los vecinos, tanteo de posibilidades de venta de la parcela adyacente (es un vicio morboso que tengo, si un día me dice que se vende me dará un disgusto, porque no tengo dinero ni ganas de convencer a G. de tamaña locura) y por fin el tema estrella, la fauna local. José me cuenta que hace un par de semanas, mientras enseñaba las parcelas vecinas a la mía a una pareja, un jabalí herido, la boca sangrante, cruzó el camino y se internó en el bosque, justo en la parcela fronteriza a mi terruño. Mientras me lo cuenta pienso que es una experiencia que debió ser concluyente para la pareja que quería comprar: después de algo así o sales corriendo o te la compras seguro (yo me la habría comprado) Me cuenta otras anécdotas: el amigo que le ha llamado no hace mucho para comentarle que había un lobezno de 5 meses a la salida del pueblo, el jabalí que atropelló él hace unos años, la sorpresa cuando salió corriendo después de darle por muerto, la persecución de su rastro de sangre por la nieve a la luz de una linterna, la confirmación de que no todo lo que vemos son corzos, que algunos tienen tamaño más que de sobra para ser ciervos y efectivamente lo son... historias todas que me hacen recordar que estamos en medio de una naturaleza poderosa que aún permite ser compartida por el hombre y los animales salvajes. Historias que me hacen querer cada vez más mi terruño.
Las llaves del coche no aparecieron, así que tendré que seguir buscando los chispazos de felicidad por otro lado.

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