domingo, 27 de noviembre de 2011

Trenes hacia Tokio

Me gusta Alberto Olmos, o concretando un poquito más, me gusta lo poco que he leído de Alberto Olmos, a saber: Trenes hacia Tokio, y unas cuantas entradas de sus dos blogs, el suyo, el de Alberto Olmos de verdad, Hikikomori, y el de su personaje, el de Juan Malherido, que aunque también lo escribe Alberto Olmos no es de Alberto Olmos, es de Juan Malherido, que no está bien confundir la velocidad con el tocino y si empezamos por mezclar personaje y autor acabamos con la literatura, y eso ya lo han intentado muchos y no tengo la menor gana de seguirles ni un poquito el juego.
Sobre lo que ha escrito en su blog sólo tengo opiniones diagonales, porque no soy capaz de leer un blog de una manera que no sea diagonal, osea, una palabra sí y dos no, una frase sí y dos no, y así, y claro, no hay forma de enterarse de gran cosa. De hecho, creo que el único blog que leo entero es éste, pero sólo porque lo escribo yo y no me queda otra, porque de momento no he sido capaz de aprender a escribir sin leer y esto no es ninguna tontería, juro que tengo compañeros que son capaces de hacerlo. Esto de leer un blog en diagonal, no es porque sea el blog de este hombre, me pasa con todos los blogs, foros, diarios y cualquier fuente de información que aparezca en internet. Me resulta imposible centrarme en nada teniendo delante de mis narices tantas y tantas vías de escape. ¿Y si me estoy perdiendo algo mejor? Esto es un tema psicológico mio, y sólo asociado a internet. Por suerte cuando leo un libro impreso soy capaz de leer sin saltar cada 15 segundos a cualquiera de los otros libros que me esperan en la estantería. Dios no quiera que este problema mío lo compartan otras personas, porque si fuera así no sé hacía dónde se estaría dirigiendo el mundo.
Pero volviendo al tema, como decía del blog de Alberto Olmos no puedo decir gran cosa, y del otro, del de Juan Malherido puedo decir que he leído cosas que me han gustado muchísimo y otras que deben estar escritas para pensar y paso. En cualquier caso, hay que reconocerle a Alberto Olmos su valentía, porque escribe cosas que poca gente se atreve hoy día a escribir, y en sus entrevistas dice cosas que poca gente se atreve decir, y crea personajes, como el tal Juan Malherido que pocos escritores se atreven a crear. Ahora, por desgracia nos ha cortado el blog de Juan Malherido. Si somos mal pensados será porque ha fichado por una editorial de las grandes y ya no es tan fácil criticar con tanta inquina a otros que, de alguna manera, aunque sea tangencial, te están dando de comer. Si somos bien pensados será porque tiene que estar hasta las pelotas del tan Juan, y de todas las discusiones estériles en las que le mete. Y si no somos pensados será que lo ha capado porque le sale de las pelotas que para eso es suyo.
Ahora estoy leyendo Trenes hacia Tokio, que es una novela nacida de un blog, y que esto siendo capaz de leer porque se han tomado la molestia de imprimirla y encuadernarla para que al menos yo pueda separarme un rato del portátil y pueda leer algo en condiciones. La novela, qué duda cabe, debe de ser buenísima, porque le han dado un premio nada menos, pero sobre todo porque me la estoy leyendo con interés y eso que no cuenta absolutamente nada. Bueno sí, nos cuenta su vida en Japón de aquella manera, como a trocitos, como si estuviéramos viendo una lista de pequeños documentales... como si fuera un blog, vamos. Y como su vida no es para volverse loco de emocionante, pues de ahí el comentario facilón de que no cuenta nada. Cuente o no cuente, lo hace muy bien, el tío te cuenta que lleva una hora mirando fijamente sus babuchas y tú te enganchas al capítulo como un gilipollas. Y retomando lo que decía antes, está claro que no se debe confundir a Juan Malherido, con Alberto Olmos, como lo demuestra el hecho de que no hace mucho que leía una crítica suya implacable (todas las suyas lo son, hasta las buenas) de Sukkwan Island, de David Vann, y si entendí algo de lo que quería decir, creo que criticaba el estilo simplón y el hilo argumental de la novela que te hace pasar por veinte o treinta páginas ahumando salmón. Claro, imagínense el cuerpo que se me queda cuando leo en su novela (perdón, en la de Alberto Olmos) párrafos como los siguientes:

Fumamos y bebemos dentro del coche. Escuchamos música. Kokoro y su madre hablan. El padre y yo filmamos. Creo que me he dejado el reloj en casa.

Es muy mala, Tomomi. Nos cuenta. Lleva en la mano izquierda un cacharrito de metal con un gatillo aniquilador, y con eso nos cuenta. Clac-clav, clac-clac, la Tomomi.

Voy a fumar al extractor y Kokoro está allí fumando y cuando acaba se va y yo sigo fumando y cuando acabo me voy.

Guau. Pero escribe bien, Alberto. A mí al menos me gusta, el Alberto.



sábado, 26 de noviembre de 2011

El bosque comestible o los infinitos frutales

Poco después de darme cuenta de que algo dentro de mí me empujaba a centrarme en la plantación de frutales, me di cuenta de otras dos cosas: 
  1. Que sería mejor pasar de todas esas variedades de fruta tan preciosas como insípidas que ya nos venden en los supermercados y buscar todas esas otras que están cayendo en el olvido por feas y sabrosas. 
  2. Que había un mundo más allá de los frutales de toda la vida que había que investigar. 
El punto 1 se presenta complicado, aunque gracias a Dios aún existen unos cuantos viveros y aficionados que se preocupan de estas cosas. El punto 2 es el que me está dando sorpresas más agradables. El día que descubrí que había un árbol llamado Asimina triloba que da un fruto de aspecto y sabor tropical y que resiste el frío como el que más, me lancé a una búsqueda ansiosa de otros árboles que, digamos, dieran algo que se pudiera comer y que fueran capaces de sobrevivir con heladas de hasta -10 ºC. De momento la lista incluye lo siguiente:
  • Actinidia kolomikta, Actinidia arguta, Actinidia polygama
  • Amelanchier alnifolia, A. lamarckii, A. asiatica, A. lalvis, A. stolonifera, A. canadienses, A. ovalis, A. arborea
  • Arbutus unedo
  • Aronia melanocarpa, Aronia arbutifolia, Aronia prunifolia
  • Asimina triloba
  • Berberis vulgaris, B. canadensis, B. georgii, B. darwinii, B. aristata, B. buxifolia
  • Carya illinoinensis, Carya ovata
  • Castanea sativa, Castanea dentata, Castanea mollissima, Castanea crenata
  • Celtis laevigata, Celtis occidentalis, Celtis australis
  • Citrus glauca
  • Cornus mas, Cornus canadensis, Cornus suecica, Cornus officinalis, Cornus kousa
  • Corylus avellana
  • Corylus colurna
  • Crataegus laevigata, C. azarolus, C. scharaderiana, C. pinnatifida, C. tanacetifolia
  • Crataegus aestivalis, C. arnoldiana, C. caesa, C. ellwangeriana, C. festiva, C. pennsylvanica, C. submollis, C. succulenta, C. coccinioides, C. pedicellata
  • Cudrania tricuspidata
  • Cydonia oblonga
  • Diospyros kaki, Dyospyros virginiana, Diospyros lotus
  • Empetrum nigum, Empetrum hermaphroditum
  • Eriobotrya japonica
  • Feijoa selowiana
  • Ficus carica
  • Fortunella crassifolia
  • Citrangequat
  • Gaulteria hispidula, G. ovatifolia, G. shallon, G. procumbens, G. humifua, G. miqueliana
  • Gaylussacia ursina, G. baccata, G. brachycera, G. frondosa. G. dumosa
  • Solanum melanocerasum, Solanum x burbakii
  • Geoffroea decorticans
  • Gleditsia triacanthos
  • Hippophae rhamnoides
  • Hovenia dulcis
  • Juglans regia, Juglans nigra, Juglans cinerea, Juglans ailantifolia
  • Kunzea pomifera
  • Lonicera caerulea, L. angustifolia, L. kamtschatica, L. boczkarnikovae
  • Lycium barbarum, Lycium barbarum var. goji
  • Malus communis, Malus domestica
  • Mespilus germanica
  • Mitchella repens
  • Morus nigra, Morus alba, Morus rubra
  • Olea europaea
  • Pinus pinea
  • Pistacia vera
  • Prunus armeniaca, Prunus dasycarpa
  • Prunus avium, P. cerasus, P. pumila, P. japonica, P. friticosa, P. tomentosa, P. serotina, P. besseyi
  • Prunus dulcis (Amygdalus communis)
  • Prunus insititia, Prunus domestica, Prunus salicina, Prunus americana
  • Prunus pensylvanica, Prunus virginiana
  • Prunus persica
  • Prunus salicifolia
  • Punica granatum
  • Pyrus communis, Pyrus pyrifolia, Pyrus ussuriensis
  • Quercus ilex
  • Ribes nigrum, R. rubrum, R. Alpinum, R. divaricatum, R. odoratum, R. hirtellum
  • Rubus ulmifolius, R. ursinus, R. anegheniensis, R, arcticus,R. laciniatus, R. chamaemorus, R. canadensis
  • Rubus iadeus, Rubus parviflorus, Rubus phoenicolasius
  • Sambucus nigra, Sambucus canadensis
  • Schisandra chinensis
  • Sorbus americana, Sorbus aucuparia, Sorbus domestica, Sorbus aria, Sorbus torminalis
  • Staphylea pinnata, S. trifolia
  • Vaccinium myrtillus, V. corymbosum, V. macrocarpon, V. membranaceum, V. deliciosum, V. hirsutum, V. ovalifolium, V. parvifolium, V. scoparium, V. ovatum
  • Vitis vinifera
  • Ziziphus jujuba 

El bosque comestible

Todavía no he podido leer el trabajo de Dave Jacke y Eric Toensmeierni tampoco el informe de Ken y Addy Fern. Tan solo he leído algunos párrafos sueltos del libro Aprovechar los Recursos Silvestres de Maurice Chaudiére y ni tan siquiera he tenido tiempo de leer La Revolución de una Brizna de Hierba, de Masanobu Fukuoka, pero la idea de bosque comestible, o Edible Forest, que no sé por qué me suena mejor en inglés, me seduce desde que nos compramos la parcela. En resumen, la idea consiste en reproducir en la pequeña escala de nuestros jardines los patrones de un bosque, eligiendo cuidadosamente las especies empleadas de forma que al final obtengamos un bosque donde todo a nuestro alrededor produzca comida. El resultado será una estructura de capas donde el dosel de frutales formará el techo del jardín, y el resto de niveles lo ocupará los arbustos, enredaderas, plantas perennes, hierbas y setas. 


Al fin, tendremos una bosque capaz de entregarnos frutas, bayas, semillas, flores, hierbas, setas y tubérculos todos ellos comestibles. Algunas plantas ofrecerán remedios medicinales y otras aportarán beneficios estructurales, como la creación de suelo, la eliminación de malas hierbas o simplemente la atracción de animales beneficiosos para nuestro jardín. 
Me he sorprendido al descubrir que detrás de este concepto, ha surgido hace ya tiempo todo un movimiento de permacultura y ecología, porque yo llegué a la idea de una manera natural sin haber leído aún nada, y en mi búsqueda de plantaciones, con la excepción mis amores imposibles (me pierden los arces y la coníferas, por ejemplo) siempre he orientado la búsqueda hacia especies de árboles, arbustos y trepadoras que puedan entregarnos algo que llevarse a la boca. Nogales, almendros, cerezos, castaños, pistachos, manzanos, perales, melocotoneros, caquis, higueras, frambuesos, arándanos, olivos, vides y otros muchos de una lista cada día creciente están en mis sueños. Hasta en las especies de coníferas y frondosas investigo la posibilidad de que vengan micorrizadas con setas comestibles. Será porque crecí leyendo a John Seymour, pero mi mujer se cachondea de mí cada vez que le pinto un futuro en el que nos dedicaremos a extraer aceite de nuestras cosechas de olivas, elaborar vinos capaces de competir con Vegasicilia o aprovechar excedente de manzanas para hacer una buena sidra. Soñador o no, es un hecho que para mis hijas no hay mayor felicidad que recoger zarzamoras, que nunca he visto invitados más contentos que aquellos a los que mi madre les decía que podían coger las ciruelas que quisieran de un árbol a punto de desplomarse por el peso de la fruta, o que pocos recuerdos de infancia tengo más vivos que aquella bolsa de cinco kilos de almendras recogidas furtivamente en una ladera que se suponía que no era de nadie. Debe estar en la naturaleza humana, porque de entre todas las labores del huerto y el jardín, no hay ninguna más gratificante que la recolección.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Piet Oudolf: Praderas II

Para los expertos, una característica principal de los jardines de Piet Oudolf, su doctrina estética, consiste en dar mayor importancia a la estructura y forma de las plantas que al color. Esto le permite crear paisajes interesantes los doce meses del año. Para Oudolf, la verdadera prueba de fuego de un buen jardín no es la belleza de su floración, sino su capacidad de descomponerse también de una manera hermosa.

“The shapes and forms, the seed heads in contrast with the grasses. When it freezes it looks even better.”















Fuente: Highline

Piet Oudolf: Praderas I

Hay quien ha bautizado a Piet Oudolf como el padre de la plantación de praderas. Sus creaciones llegan a confundir, pueden parecer prados silvestres para un ojo poco entrenado.

Trentham - Gran Bretaña



Enköping - Suecia


Wisley - Gran Bretaña


Pensthorpe - Gran Bretaña


Bonn - Alemania


Fuente: Piet Oudolf

Piet Oudolf:Ciudades

Por sus obras los conocerás. 
Empezamos por el final, el parque público del que todo el mundo habla, la Highline de New York.


No es difícil imaginar lo evocadoras que pueden ser estas plantaciones silvestres para los habitantes de la jungla de ladrillo, acero y cristal que es Nueva York.


Sin salir de Nueva York. Hace ahora tres años que paseando por la orilla del Hudson me sorprendía un jardín de gramíneas que ha sido una de mis fijaciones hasta ahora. Sólo hoy he descubierto quién era su autor.
The Battery - New York

Lurie Garden, en Chicago. Plantación de especies nativas de Illinois sobre el techo del parking subterráneo del Millenium Park.
Me gusta esta foto porque es la perfecta imagen del foco de este parque: la evocación de la naturaleza en un entorno que te permite evadirte de la apabullante arquitectura de la ciudad.
En los jardines de Piet Oudolf la estructura es más importante que el color. Se busca que las plantaciones tengan algo que ofrecer a lo largo de todo el año. Las plantas secas en invierno puede ser tan espectaculares como en su explosión primaveral.
Londrés también tiene su Outful Garden. 
Potters Field Park
Mahlerplein Amsterdam


Fuente: Piet Oudolf

Piet Oudolf

A medida que navego en la obra de los más aclamados paisajistas, cada vez me invade con mayor fuerza la sensación de que podríamos catalogarlos dentro dos corrientes bien marcadas, si se me permite la injusticia de la generalización. 
Una corriente poderosa es la de autores de tradición inglesa como Beth Chatto, Christopher Lloyd, Gertrude Jekyll, creadores con espíritu de jardinero que hacen un uso magistral del color, de la combinación de un número de plantas que llega a parecer infinito, de los juegos sinuosos del volumen y del flower power. Sus obras me parecen siempre sacadas del jardín de entrada de la típica casa de un pueblecito del Condado de Sussex. 
La otra corriente, es la de aquellos paisajistas perseguidores de un retorno a las líneas clásicas de la antigüedad, de una variedad de especies acotada a lo que podemos contar con los dedos de una mano, de los jardines abiertos a la luz mediante el uso de líneas depuradas y rectilíneas, de la serenidad de los olivos, vides, cipreses y gramíneas, de las grandes extensiones siempre bien delimitadas por elegantes borduras. Aquí englobo a Fernando Caruncho o Andrea Cochran, por ejemplo, cuyas creaciones parecen tener la ambición de englobar el paisaje en el jardín más que a la inversa. Fernando Caruncho se autodefine como jardinero, pero de acuerdo a mi mapa mental (bueno o malo es el que es) no puede ser otra cosa que paisajista.
Y luego tenemos a Piet Oudolfs, autor destacado y admirado en Europa desde hace décadas y ahora en boca de todos por su última creación, posiblemente el jardín reciente más aclamado y publicitado en mucho tiempo: la Highline de Nueva York. En las plantaciones realizadas sobre la antigua vía férrea elevada, podemos ver algunas de las señas de identidad de Oudolf: la búsqueda de una evocación artística de la naturaleza mucho más hermosa y ambiciosa que una simple imitación. Las plantaciones de la Highline son un bello engaño que quieren dar continuidad a la vegetación espontánea que llevó a un grupo de vecinos a impulsar la iniciativa de crear un parque público en un sitio tan inverosímil, pero no hay que ser muy observador para darse cuenta que responden a un elaborado y complejo diseño cuyo resultado es infinitamente más hermoso e impactante que un montón de hierbajos nacidos al azar. Nadie mejor que él para definir sus intenciones: 

"All my work is related to trying to recreate spontaneous feeling of plants in nature. The idea is not to copy nature, but to give a feeling of nature."

"You look at this, and it goes deeper than what you see. It reminds you of something in the genes - nature, or the longing for nature."




En otras obras de Piet Oudolf, percibo ese espíritu de evocación de la naturaleza, la naturalidad de las praderas de gramíneas y plantas perennes, el ansía de grandes espacios abiertos que difuminan los límites entre el jardín y su entorno, la capacidad de reclamar el protagonismo de todas las estaciones (incluido el moribundo invierno), la preponderancia de la estructura sobre el color, pero todo ello con una variedad de especies, colores, flores y formas apabullante. En una descripción muy buena que leí sobre él, le definían como un chef, alguien que conoce sus ingredientes como nadie, un maestro del medio. Su conocimiento de las plantas no parece tener rival. Outdolf es el paisajista jardinero. 



Fuente: Highline

domingo, 20 de noviembre de 2011

The Wild Garden

Los vientos de las últimas tendencias soplan de popa: ahora parece que los jardines deben ser espontáneos, que hay que maximizar el uso de especies adaptadas al terreno (que no nativas) permitiendo su desarrollo y expansión natural, reducir las labores de mantenimiento y el consumo de agua y fertilizantes, evitar las especies invasivas y favorecer la creación de hábitats para la fauna local. Para el que lleva cuatro inviernos quemando troncos de jara, troceando árboles secos, desbrozando selvas impenetrables de rebollos (Quercus pyrenaica) que rebrotan a millares y limpiando encinas imposibles, cualquier tendencia que apueste por una mayor naturalidad y sostenibilidad será recibida con espíritu gozoso. Por otro lado, hablar de últimas tendencias no es justo y pensar que esto es la solución a todos mis males no sería sensato. De hecho este concepto de mayor espontaneidad en los jardines no está aliado con la sencillez ni reñido con la belleza. Ni es tan nuevo como podría pensarse. Ya en 1870, William Robinson escribió su conocido The Wild Garden, que ahora se ha vuelto a publicar extendido con los comentarios y fotografías de Rick Darke


Más de un siglo después, afamados paisajistas siguen dando la razón a William Robinson. Ahí están el Schoneberger Sudgelande Nature Park de Berlín o la High Line de Nueva York, para demostrarlo. De hecho, hay un movimiento cada vez más activo y visible en jardines públicos y privados, que apoyándose en conceptos de sostenibilidad, espontaneidad y ecología, canta las virtudes derivadas de permitir que especies nativas se reproduzcan y expandan, que tomen y formen los jardines. Jardines salvajes o espontáneos, que muchas veces no lo son tanto. Como señala Thomas Rainer en su blog, no se trata de una imitación de la naturaleza, sino de una efervescente interpretación de ella. 
Sin ir más lejos, soy el perfecto ejemplo de unos de esos jardineros a los que Thomas Rainer acusa de invertir cantidades ingentes de energía para combatir la vegetación espontánea. Pero al menos los resultados merecerán el esfuerzo, ¿no? Pues no del todo. Durante los últimos años he sido capaz de limpiar el terreno de mi zona de coníferas de forma que ahora es agradable pasear por allí disfrutando de las prometedoras siluetas de abetos, píceas y pinos, pero no es menos cierto que ahora me encuentro con un suelo desnudo no demasiado prometedor. Me he cargado la vegetación espontánea, que impedía que una persona con pocas ganas de imitar a una mula tuviera la menor gana de caminar por allí y asfixiaba los árboles que yo quería tener, pero he perdido alguna de las ventajas que aporta, como son la construcción de suelo, la prevención de erosión y la generación de un hábitat adecuado para la vida salvaje. Mi terreno arcilloso y ahora desnudo corre el riesgo de apelmazarse y lavarse hasta convertirse en algo parecido al culo de una cazuela de barro. 
Podría haber optado por no limpiar la maleza, simplemente abrir un sendero que la atravesase, dejar que los robles y la jara se expandieran a su aire y no preocuparme de riegos, fertilizantes, desbrozadoras y motosierras. Poco esfuerzo, sí, pero adiós a las coníferas (quiero coníferas, qué le vamos a hacer) y no se me ocurre un sotobosque más feo que el generado por millones de esmirriados y torcidos robles. Y ahí llegamos a la idea central del Wild Garden de Robinson: "The wild garden, has nothing to do with the old idea of ‘Wilderness’”. En palabras de Thomas Rainer, el jardín salvaje de Robinson no es un santuario prístino nunca tocado por manos humanas, sino un lugar donde la actividad humana y la ecología natural se interrelacionan.
No nos engañemos, el proceso de generación de un jardín salvaje requiere elevadas dosis de diseño y buen gusto. La clave está en permitir el crecimiento y reproducción de especies espontáneas, pero bajo un proceso selectivo en el que se añaden y eliminan especies para conseguir los efectos deseados, un proceso conducido de acuerdo a una serie de principios como los que siguen:
  • Plantar especies donde puedan prosperar sin excesivos cuidados.
  • Dar la bienvenida a la regeneración natural de las plantas. 
  • No radicalizar, el jardín salvaje puede coexistir con plantaciones más estructuradas, especialmente en zonas cercanas a la casa. 
  • No limitarse con las especies locales, no renunciar a la plantación de especies de cualquier parte del mundo siempre que se adapten fácilmente a las condiciones locales. 
  • Evitar las grandes extensiones de césped, que no es lo mismo que evitar las grandes praderas de herbáceas que no sean segadas frenéticamente y permitan disfrutar de altas hierbas salpicadas de flores. 
  • Plantar bulbos y perennes en grandes masas naturales y dejarlos crecer y reproducirse libremente. 
  • Plantar especies que por su tamaño o aspecto pueden no ser válidas para jardines formales, pero lo son para un jardín salvaje. 
  • Dejar que las trepadoras crezcan adaptándose a las condiciones del lugar.
  • Reservar para el espacio existente bajo la capa de árboles, arbustos y trepadoras, otras especies amantes de la humedad y la sombra.
  • Nunca dejar el suelo desnudo, naturalizar bajo los árboles especies herbáceas duraderas que retengan las hojas caídas durante el invierno. 
  • Plantar especies que sean capaces de mantener a raya otras especies indeseables. 
  • Reducir lo caminos pavimentados y disfrutar de caminos de hierba enmarcados por un primer plano macizo de árboles, arbustos, helechos y perennes.
  • Dejar que los caminos serpenteen en busca de las mejores vistas. 
Y todo esto sin olvidarnos de que si queremos tener algo distinto de un bosque (solución válida, por supuesto, para el que la quiera) el criterio estético debe estar siempre presente.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Jacques Wirtz

Dicen que la regla de oro seguida por Jacques Wirtz en sus jardines consiste en preservar el espíritu del lugar, en vez de tratar de estampar su marca en él.  De él dice Fernando Caruncho, que su manejo de la luz y la sombra le da un enorme poder para evocar el espacio. 
Honestamente, no me veo capaz de manejar la luz y la sombra, pero cada vez tengo más claro que la clave de mi jardín la habré encontrado cuando haya sido capaz de embellecer el entorno preservando su anterior esencia.
Wirtz lo hacía así:













Fuentes: Grounded DesignJoseph Hillen Meyer


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