domingo, 13 de enero de 2013

Los Padres de la Jardinería Moderna I - William Robinson


En una entrevista, Gabriel García Márquez aseguraba que no dió con la clave para escribir Cien Años de Soledad hasta que un buen día abrió un librito y leyó aquello de "Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto". Igual que hacía García Máquez con Kafka en aquella entrevista, no es difícil escuchar a Mario Vargas Llosa declararse deudor de Flaubert, de Proust o de Faulkner. Yo he disfrutado mucho más con la obra de García Márquez y la de Vargas Llosa que con la de sus maestros, pero es fácil concluir que sin unos posiblemente no hubieran existido los otros, o al menos tal y como los conocemos. Podrían haberse expresado de otra forma, difícil saber cuál, pero sin duda la historia reciente de la literatura sería distinta. Desde un punto de vista lúdico, no hace ninguna falta leer a Faulkner para disfrutar de Vargas Llosa, pero si quieres estudiar mínimamente la obra del segundo, no puedes dejar de leer al primero. Así es la vida. 
Pues como decíamos ayer, con la jardinería pasa lo mismo. La obra que más disfruto es sin duda la de diseñadores contemporáneos, que cómo suele suceder en cualquier arte y época, casi siempre nos parecen lo más transgresor e innovador que haya habido. Pero en realidad, sin la labor innovadora y divulgadora de otros paisajistas anteriores, ahora no sé si conoceríamos a Piet Oudolf, Dan Pearson, Tom Stuart-Smith y tantos otros. Difícil aventurar cómo serían sus jardines de no haber existido los jardines, libros y artículos de un grupo de paisajistas de finales del XIX y todo el siglo XX. Toda revolución requiere un caldo de cultivo, y en el caso de eso que se ha dado en llamar la "Nueva Ola de Perennes" ese caldo de cultivo tiene una serie de nombres propios. Pensaba empezar el año a las bravas publicando un par de entradas sobre Sarah Price y Jinny Blom, dos paisajistas británicas que he descubierto recientemente (sí, lo sé, soy lento descubriendo), pero ya que estamos en año nuevo, vamos a empezar en condiciones haciendo un repaso de los jardineros que han facilitado que hoy tengamos Sarah Prices y Jinny Blom. Sin ánimo de ser exhaustivo: 

William Robinson (1838-1935) 


Es obligado empezar con este irlandés, porque fue él quién sentó las bases de lo que un siglo después se convertiría en la "Nueva Ola de Perennes". A finales del XIX su voz sonó en Inglaterra soberbia y rebelde en contra del modelo formalista de desarrollo de jardines tan de boga en la época. El estilo formalista capitaneado por sir Reginald Blomfield, se basaba en una concepción arquitectónica de la jardinería basada en la simetría y los trazados axiales. A la escuela formalista se la denominó estilo Beaux-Arts porque se inspiraba en las enseñanzas de la escuela Beaux-Arts de París que a su vez tomaba como modelo las creaciones francesas de los siglos XVII y XVIII. Versalles o La Granja de San Ildefonso, para que nos entendamos. Frente a esta concepción, Robinson se erigió en líder de la escuela naturalista que daba mayor importancia a las plantas que a la arquitectura, y se alineaba con los dictados del movimiento Arts and Crafts. El movimiento Arts and Crafts surgió como una oposición a la dictadura de lo mecánico nacida de la revolución industrial, y promovía enlazar belleza con utilidad potenciando el uso de materiales y patrones locales. Esa fue la oposición que promovió el cambio: William Robinson contra sir Reginald Blomfield, Arts and Crafts versus Beaux Arts, naturalismo contra formalismo, jardinería frente a arquitectura.  
Robinson clamó en contra de los excesos formales de sus contemporáneos y en sus escritos llegó a considerar de mal gusto la ejecución victoriana de plantaciones en línea o de acuerdo a dibujos geométricos repetitivos. Él apostaba por el empleo de plantas, igual daba que fueran nativas o exóticas siempre que se adaptasen bien al entorno y prosperasen sin gran ayuda, como principal herramienta para su aproximación a la jardinería naturalista y de bajo mantenimiento. En otra entrada del blog (aquí) comenté las que entiendo como líneas maestras de su ideario. Más de cien años después, estas ideas siguen siendo el núcleo de la filosofía que impera en gran parte de los jardines modernos. Estas ideas las saqué de su libro The Wild Garden, reeditado recientemente por Rick Darke. Y aquí llegamos al meollo del asunto: el éxito de Robinson no estuvo tanto en su obra paisajista como en su obra escrita. Fue el primer diseñador en darse cuenta del poder de los medios de comunicación y además de escribir un gran número de artículos en revistas especializadas publicó sus propias revistas y dos libros, The Wild Garden y The English Flower Garden, que tuvieron muy buena acogida (del primero se publicaron 7 ediciones en vida de Robinson y del segundo nada menos que 15). Si Reginald Blomfield dejó detrás de sí una labor creativa ingente y tuvo gran prédica en sus tiempos, Robinson ganó la batalla de la posteridad al reflejar sus ideas en libros de éxito. Yo creo que la aproximación a una jardinería menos formalista ya se había dado un siglo antes con el movimiento paisajista de Lancelot Capability Brown, pero hasta Robinson no había habido un polemista tan persuasivo. Y quizás también fue el primero que se aproximó a lo que ahora llamamos ecología y sostenibilidad. 
De todas formas, es posible que la obra de Robinson hubiera muerto con él de no ser porque fue capaz de captar la simpatía de una nueva hornada de paisajistas, la mayoría mujeres, que fueron quienes continuaron su labor divulgativa en libros y revistas. Beatrix Farrand, Gertrude Jekyll y Vita Sackville-Vest, por ejemplo, le veneraban. Aunque tampoco es que fueran estrictamente fieles a sus ideas. Quizás porque fueron las primeras en darse cuenta de su dogmatismo y pelín de deshonestidad. Como buen crítico y escritor, una cosa es lo que escribía y otra lo que hacía, porque el hecho es que su jardín, el jardín que rodea su mansión Gravetye Manor en East Sussex  (mansión que por cierto compró con los ingresos de sus escritos) es bastante formal. Clamaba en contra de los macizos florales pero plantaba anuales de flor como el que más. Quizás haya que ponerlo en su contexto histórico para entenderlo del todo. Pero el hecho es que con Robinson la plantación superó a la arquitectura como elemento principal en el diseño de jardines, al menos en una de las principales líneas estilísticas que perduran hasta hoy. Supongo que Robinson habría hecho buenas migas con Piet Oudolf y no habría tragado a Fernando Caruncho. 

De verdad que no quería ser exhaustivo, pero la entrada se ma ido de madre. Más en nuevas entradas.

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