miércoles, 29 de noviembre de 2017

Salvaje

"No voy a llorar, pero ahora es lo único que me apetece."
Este era el texto que acompañaba la foto que envié a mi mujer por Whatsapp el fin de semana pasado. La foto era de un gallinero destrozado por quinta (o sexta, o séptima, ya he perdido la cuenta) vez en lo que va de año. La desolación empieza en el momento en el que entro en la parcela y mis gallinas salen a recibirme muy ufanas y pizpiretas. Las dejé encerradas, así que alguien las ha soltado. Y ese alguien siempre es un cochino jabalí. Parece que un botín de quince kilos de maíz triturado es estímulo más que suficiente para arrancar con el hocico el acero que te pongan por delante. En fin, lo de llorar no lo digo en serio, me salió porque soy muy aficionado a la hipérbole. He vivido suficiente campo como para tomarte estas cosas con mucho estoicismo. Además, los jabalíes no saben que esta guerra la voy a ganar yo. Los pobres desconocen que hice la mili en zapadores. "No seguimos los caminos, los abrimos". Ese era nuestro lema. Y si hace falta los cerramos, añado ahora yo. Pero en fin, de momento van ganando ellos, así que me limito a soltar un suspiro, agacho la cabeza y empiezo a arreglar el destrozo colocando nuevas capas de acero cada vez más grueso y retorcido. Mi parcela va a terminar pareciéndose a una comisaria de Belfast en los 80. Mientras busco las piezas desaparecidas del comedero de las gallinas (los jabalíes tienen sentido del humor y hacen cosas como llevarse piezas metálicas imprescindibles) pienso que el último libro que he leído me ha hecho ser consciente de mis contradicciones. Llevo años clamando contra todos los bichos que han hecho destrozos en el jardín. A ratos los eliminaría a todos de la faz de la tierra. ¿Pero es esto cierto? ¿Si tuviera un botón mágico que me permitiera eliminar a corzos, conejos y jabalíes lo pulsaría?... No. La respuesta es rápida y sin matices. Corzos, conejos y jabalíes son los que hacen que esto tenga gracia. Son la representación peluda de la esencia que nos encantó de esta parcela. Una de las mayores alegrías que me he llevado en los últimos años ha sido observar la vuelta del lobo a estas tierras. Que conste que también me he alegrado de que un rumano haya decidido asentarse en la zona y ganarse la vida con un enorme rebaño de cabras. Espero que sus mastines y los lobos sepan entenderse. Pienso en todo esto porque atar mallazo a una valla es muy aburrido, y porque acabo de terminar un libro estupendo. Se trata de Salvaje, de George Monbiot. 


El libro está muy bien escrito, hay literatura de verdad en esas líneas, lo cual siempre es de agradecer en un libro. El autor intercala experiencias personales con reflexiones sobre cómo podemos dar una nueva orientación a nuestro cuidado de la naturaleza. El libro es a ratos ensayo y a ratos relato de viajes, pero todo él gira alrededor de una única idea: la resalvajización de nuestro entorno. Durante muchos miles de años el Homo sapiens tuvo que enfrentarse a un entorno hiperagresivo plagado de seres dispuestos a aplastarnos, comernos o envenenarnos, y en un lapso de tiempo evolutivamente ridículo, hemos desarrollado una tecnología y una economía que nos mantienen entre algodones. Por supuesto esto es positivo. Idealizar los tiempos en los que un mamut podía aplastarnos a la hora del té es ridículo. No me quiero imaginar lo que sería de mí si de mis éxitos en la lucha contra los jabalíes dependiera la subsistencia de mi familia. Supongo que a estas alturas se habrían buscado otro macho alfa. Desde la revolución neolítica hemos optado por priorizar la seguridad sobre la experiencia vital, y al hacerlo hemos ganado mucho, claro que sí, pero también hemos perdido algo. Para George Monbiot, y yo no discrepo, los niveles de bienestar y de aislamiento de la naturaleza a los que hemos llegado nos han convertido en seres grises, frustrados. Somos seres ecológicamente aburridos. Nuestro éxito en la búsqueda del bienestar ha sido tan rápido (siempre hablando en términos evolutivos) que no nos ha dado tiempo a reprogramar nuestro software. Para el autor contamos con recuerdos genéticos grabados en nuestros cromosomas que son un componente irreductible de nuestra identidad. Algunos a esto lo denominan psicología evolutiva. La psicología evolutiva sostiene que muchas de nuestras necesidades emocionales y sociales evolucionaron cuando eran esenciales para nuestra supervivencia en la naturaleza, y ahora seguimos sintiéndolas inconscientemente, aunque ya no sean necesarias en absoluto.  La idea no es tan novedosa. Hace mucho que los expertos señalan que si nos cebamos más allá de toda lógica hasta sufrir las peores tasas de obesidad de la historia, es porque nuestro ADN nos exige comer lo que podamos por si vienen mal dadas. Hay otros muchos comportamientos del ser humano, casi siempre negativos, que los científicos asocian a este abandono del cazador recolector que somos en un sofá. Lo que me parece original en George Monbiot es asociar a este problema de recuerdos genéticos no atendidos la sensación de aburrimiento y vacío existencial que mucha gente padece. Y más aún su solución propuesta: la resalvajización. 
El autor aporta dos definiciones para esta palabra inexistente en castellano. La primera es la restauración masiva de los ecosistemas mediante la recuperación de las cascadas tróficas generalizadas. Lo que buscaría la resalvajización es la recuperación de lo que los ecologistas llaman la diversidad trófica. Recuperar la diversidad trófica es enriquecer el menú de los animales y plantas de un determinado ecosistema. Si clasificamos a los seres vivos de acuerdo a su dieta, tendríamos depredadores superiores, depredadores intermedios, hervíboros, plantas, carroñeros y detritívoros. Aumentar la diversidad trófica es tener la mayor riqueza posible en cada una de las categorías. Así, resalvajizar consistiría en crear oportunidades para que crezcan la cantidad y complejidad de relaciones entre seres vivos en todos los niveles.  El ejemplo más típico de lo que puede generar la modificación de la diversidad trófica fue lo que pasó en el parque de Yellowstone con la reintroducción del lobo. En 1995 se introdujo en este parque una pequeña manada de lobos después de llevar 70 años extinguidos en la zona. Para todo el mundo es obvio que los lobos matan especies, pero lo que no era tan obvio es que fuesen a dar vida a otras muchas. En ausencia de lobos había muchos ciervos que habían reducido en extremo la vegetación. Con la introducción del lobo, dado que se trataba de una manada muy discreta, no parece que la población de ciervos se redujera muchísimo. Pero lo que sí ocurrió es que de una manera rapidísima los ciervos modificaron sus hábitos de comportamiento. Básicamente dejaron de moverse por zonas como gargantas o cabeceras de valles dónde podían ser fácilmente emboscados. Podríamos decir que dejaron de meterse en la boca del lobo. Esas zonas abandonadas por los ciervos sufrieron un cambio radical en su vegetación. Los árboles de algunas áreas del parque quintuplicaron su tamaño en un plazo de seis años. Con el crecimiento de los árboles llegó el crecimiento de las poblaciones de ciertas especies de aves y de los castores. Los castores son auténticos zapadores (anda mira, como yo) capaces de cambiar el aspecto de un territorio de forma mucho más directa que los lobos. Sus embalses son los nichos perfectos para la vida de patos, nutrias, ratas almizcleras y otras muchas especies de peces, anfibios y reptiles. Por otro lado los lobos no sólo comen ciervos, claro. En algo que se acerca al canibalismo, no hacen asco a comer coyotes. La reducción de la población de coyotes conduce al crecimiento de las poblaciones de pequeños mamíferos como conejos y ratones. Que haya mas conejos y ratones es una bendición para las rapaces, comadrejas, tejones y zorros. Las aves carroñeras también se benefician claramente de un animal que genera carroña. Incluso los osos vieron mejorada su existencia con la disponibilidad de carroña y especies de bayas en la vegetación regenerada. El crecimiento en la población de osos fue otra pésima noticia para los ciervos. Más osos, menos ciervos y volvemos a empezar. Al fin, después de tan solo veinte años de la reintroducción del lobo, en el parque ha cambiado incluso el curso de algunos ríos. La regeneración de los bosques y la acción directa de una fauna más variada estabilizaron los márgenes de los ríos, redujeron la erosión en las laderas de los valles, estrechó canales, regeneró pozas y zonas de aguas embalsada. De alguna forma naturalizó (o resalvajizó) a los ríos. Una pequeña manada de lobos cambió el ecosistema y la geografía física de una maravilla como Yellowstone. Esto es una cascada trófica.
Lo que propone George Monbiot para recuperar estas cascadas tróficas es seguir el ejemplo del lobo en Yellowstone: traer de vuelta algunas de las especies de plantas y animales desaparecidos. Lo innovador en su planteamiento no es tanto este objetivo último, sino la forma en la que propone hacerlo. Mientras el movimiento conservacionista suele apoyar una participación activa del hombre en la gestión de los espacios naturales encaminada a mantenerlos en un estado definido como ideal, George propone una actitud más pasiva. El movimiento conservacionista suele hacer aguas precisamente porque parte de una base equivocada o cuando menos muy subjetiva. ¿Qué es un ecosistema ideal o correcto? ¿Por qué buscar mantener un ecosistema tal y como estaba en un momento histórico determinado y no en otro? Libros como The Rambunctious Garden razonan muy bien el absurdo de este planteamiento. La naturaleza nunca ha sido estática, y paradójicamente aquellos que suelen promover la libertad de la naturaleza sobre el hombre lo suelen hacer desde un punto de vista radicalmente antropocéntrico: vamos a recuperar este estado que yo, ser humano, digo que es el correcto. Frente a mirar al pasado, a un estado que en nuestra ignorancia definimos como ideal porque es el que más nos gusta entre lo mínimo que hemos conocido, Monbiot propone mirar al futuro. Simplemente apartémonos. Eliminemos las barreras que impiden la vuelta de las especies, pero más allá de esto, resistamos la tentación de controlar la naturaleza y dejemos que ella encuentre su camino. Casi siempre lo hará mejor que nosotros. Visto desde esta perspectiva, el objetivo de la resalvajización no es otro que el proceso mismo de la resalvajización. No se busca un resultado concreto, se busca restaurar las interacciones dinámicas de la ecología, las relaciones cambiantes entre las especies y con su entorno físico.  
Si la primera acepción de resalvajizar que daba Monbiot era la restauración masiva de los ecosistemas, la segunda se refiere a la resalvajización de la vida humana. Esto no es una alternativa a la civilización y la tecnología, no se trata de renunciar a lo bueno de nuestra civilización, sino a mejorar nuestra relación con el entorno. Hay espacio suficiente para poder disfrutar de nuestras ventajas culturales y tecnológicas y al mismo tiempo tener a mano una naturaleza mucho más salvaje y excitante. Para el autor no es necesario plantearse renunciar a terrenos de cultivo u otros espacios aprovechados por el ser humano, sino simplemente permitir que la naturaleza se abra camino en la infinidad de rincones en barbecho y reductos sin explotar que nos rodean por todas partes. He aquí de nuevo el Tercer Paisaje. El autor opina que nadie debería tener que desplazarse mucho para poder disfrutar de algo de naturaleza salvaje autogobernada donde desconectar y descansar del orden de nuestra civilización. Recuerdo que cuando era niño escuché a Miguel Delibes decir lo afortunado que se sentía por haber podido vivir en una ciudad como Valladolid en la que tenías el campo a tiro de piedra. A mí entonces Valladolid me parecía una gran ciudad y no entendí su comentario hasta que no me fui a vivir a Madrid. Un día me di cuenta de que salir de la ciudad sin usar un coche era cuando menos peligroso por todas las barreras que nos rodean. Pero aún así, los españoles, y volvemos a mis jabalíes, lo tenemos bastante más fácil que los británicos por poner un ejemplo. Desde la ventana del dormitorio en el que escribo esto veo una dehesa en la que pastan manadas de gamos y anida el águila imperial. A escasos veinte kilómetros de la ciudad más poblada del país. En Gran Bretaña no hay un sólo lobo, y nosotros hemos recuperado importantes manadas. Y corzos, ciervos o jabalíes son muy frecuentes, a veces incluso excesivos, en nuestros montes. Además tenemos algo que favorece la resalvajización desde la perspectiva de no hacer nada: el campo se queda vacío. Actualmente España sigue sufriendo el despoblamiento de las zonas rurales. Cuesta creerlo pero alguna de nuestras comarcas tiene una densidad de población menor que la de Laponia. Como señala Sergio del Molino en su libro La España Vacía, Madrid no deja de ser un agujero negro en medio de un enorme espacio muy despoblado. Esto, que es una desgracia para los habitantes de las zonas rurales por la soledad y la pérdida de oportunidades y servicios que conlleva, es una bendición para la fauna salvaje.  Cómo me decía el cabrero rumano al charlar con él hace unos días: ¿por que no va a haber lobos? ¿quién se va a enfrentar a ellos aquí? Pues bien, yo quiero pensar (tal vez algo ingenuamente) que esta vuelta de especies como los lobos, puede generar otra cascada trófica que permita la vuelta de otras muchas especies. Entre ellas el ser humano. Nuestro campo se despuebla por la falta de oportunidades para sus habitantes. Una agricultura y ganadería basadas en un modelo altamente subvencionado no parece que tengan demasiado futuro. En mi opinión, es la regeneración de la naturaleza la que puede traer oportunidades que reviertan la situación de estos pueblos de la España vacía. ¿La estabilización de la población rural gracias al turismo y otros negocios asociados a la naturaleza en su estado más salvaje puede repercutir en el mantenimiento de servicios básicos que, unidos a la tecnología, permitan el regreso al campo de otros profesionales que ejecuten nuevas actividades, muchas veces en remoto? Yo quiero pensar que la respuesta a esta preguntas es un sí. El tiempo lo dirá. 

lunes, 16 de octubre de 2017

Un mal día

-Vaya como te has puesto
A mi alrededor cinco mujeres me miran con gestos que van desde el pánico hasta la curiosidad científica. Mi hija de ocho años pregunta con voz entrecortada si volveré a ser como antes, y la médica concluye que me van a inyectar un antihistamínico y un corticoide. La enfermera me pregunta que si soy alérgico a algo.
-Sí, a las avispas. 
-Bueno, claro, eso ya lo veo, me refiero a medicamentos - resopla.
Hay que ver qué poco sentido del humor. En venganza me avisa de que los picotazos van a doler. Ja, pienso yo. Si tienes jaqueca pégate un martillazo en un pie, verás cómo se te pasa. Aquí es al revés, hemos empezado por el martillazo. Todavía no sé a santo de qué, un avispón ha decidido picarme en plena calva. Les prometo que yo no le había hecho nada. La picadura quema, todo el cuerpo me pica horrores y mi cara parece la de un crápula que se ha pasado con el botox. Los pinchazos de la enfermera, por supuesto, ni los noto. Mi guerra con los avispones se remonta a antiguo. En su día hasta escribí un cuentecillo que me sirvió para ganarme unos eurillos en un concurso literario. Lo publiqué hace tiempo por aquí, en este enlace: Un tropezón lo tiene cualquiera. A estas alturas ni pizca de gracia tiene el cuento de marras, a quién se le ocurre terminarlo así. Vaya por delante que a mi los insectos en el jardín me gustan. Siento que dan mucha vida y colorido y si logras desviar la atención y el interés hacia lo tendente a lo microscópico, descubrirás que una fauna increíble te rodea. Pero no todos. Hay gente que dice que usar insecticidas es una barbaridad y que las avispas son criaturitas de dios que tienen mucho que aportar. No les digo yo que no, pero ya llevo dos incidentes este año con avispas y avispones y no me hace ninguna gracia tener que andar respondiendo en una sala de urgencias si respiro bien. ¿Y si estoy solo y me da algo más de reacción? ¿Y si me pica más de una? ¿Y si pican a alguna de mis hijas? Demasiados interrogantes con respuesta incierta. Este homo sapiens ha declarado la guerra a las Vespa crabro.
En fin, que creo que ya he comentado por aquí que la naturaleza me parece una tía muy chunga. Los expertos dicen ahora que la vida de nuestros antepasados cazadores-recolectores era mucho más sana que la de los primeros agricultores. Parece que su dieta era más variada y que su vida itinerante estaba menos predispuesta a las plagas y enfermedades que la de los habitantes de los primeros asentamientos. Puede ser, no seré yo quién discuta a los expertos, pero me parece que tal y cómo se cuenta perdemos un poco la perspectiva y enseguida sale gente dispuesta a decir que hay que volver a la dieta paleolítica (la dieta paleo, dicen ellos). A ver, no nos confundamos, que creo que la comparación es entre una vida penosísima y otra horrorosa. Entre las cosas raras que he hecho en mi vida una de ellas fue salir a cazar con los Hadzabe, en la zona del lago Eyasi, en Tanzania. Bueno, lo de salir a cazar es una forma generosa de decirlo. Aquello consistió en intentar que el hígado no se me saliese por la boca mientras daba tumbos en un monte de arbustos espinosos detrás de tres hombrecillos de pura fibra que corrían como posesos. Aquellos cazadores terminaron por acorralar a un zorro, lo mataron de un estacazo y allí mismo, con la ayuda de un palito y unas briznas de yesca se hicieron una fogata en cuestión de minutos, lo asaron y se lo comieron. La grasa sobrante se la restregaron por el cuerpo, como si de Nivea se tratase.



Aquella gente de lenguaje imposible repleto de clicks, son de los pocas tribus de cazadores recolectores que quedan en el mundo y parecían felices y risueños. Aunque no sé hasta que punto tendrá que ver en eso el consumo generoso de marihuana que hacen, parece que una de las muchas desgraciadas influencias del contacto con el mundo exterior. Aún así a mí me pareció que llevaban una vida cercana en grado sumo a la naturaleza y qué quieren qué les diga, que era extremadamente penosa. Me faltará cierto romanticismo. Por poner otro ejemplo, hace poco he releído el libro Hacia Tierra Salvajes de Jon Krakauer. El libro cuenta la historia de un joven que decide abandonarlo todo y lanzarse a la aventura de vivir del aire en Alaska. No hago spoiler, porque ya lo cuenta al principio del libro el propio autor, si digo que al final casca. Una vez leída la lista de despropósitos del joven que le llevan a morirse de hambre, imagino que la opinión sobre él variará entre que era un poco irresponsable para gente aventurera y romántica, o que era tonto del culo para los más conservadores. Yo me muevo entre las dos opiniones, dependiendo de la vena de padre con la que piense en el tema. Krakauer hace un intento desesperado por parecer neutral sin querer serlo y se decanta por el romanticismo. Era un soñador, un intelectual, un rebelde. La postura del autor es lógica. Él mismo hizo locuras similares en su juventud y supongo que a nadie le gusta escribir más de doscientas páginas acerca de un tonto del culo. Al fin, el autor defiende al protagonista achacando su muerte a un error derivado de la desinformación y no de la irresponsabilidad. Vamos a ver machote, meterte a sobrevivir en Alaska desinformado es un acto de pura irresponsabilidad. Este joven quiso entrar a la tía chunga ignorando a todos los que le avisaron de lo chunga que puede llegar a ser. Ya ven, fíjense si es chunga que nosotros somos parte de ella, que a veces parece que se nos olvida. Con eso está dicho todo. Sin ir más lejos estos días arde el norte de España y Portugal. Atroz el destrozo ecológico y atroces las cifras de muertos de las que se hablan. Ahora durante unas semanas nos dedicaremos a soltar mierda a diestro y siniestro. Da igual lo desinformados que estemos, la soltaremos para sentirnos consolados con nuestros propios prejuicios, sean los que sean. Bah, ahí voy yo con el mío, por qué voy a ser menos: no plantemos mas eucaliptos y pinos, por dios, que arden como teas. Ni dios me hará caso, pero aquí queda dicho.  

Y toda esta diatriba viene a cuento de que estoy un poco resentido, lo reconozco. En los últimos dos años me he llevado muy bien con la fauna local y este verano se ha ido todo a la porra. Los jabalíes han sido capaces de atravesar la línea Maginot que levanté hace años. Un desastre. Cuando plantas veinte plantas de Sedum y a la mañana siguiente te las encuentras todas desperdigadas por la parcela, pues sientes una especie de odio infinito que nace de un punto muy interior y oscuro. Días así me encantaría volver a la dieta paleo, y limitarla a la carne de jabalí cazado por mí. La lista de destrozos durante semanas ha sido tan grande que llego a soñar con un sacrificio a los dioses comiendo corazón de jabalí crudo. Dios, cómo les odio. Aunque un poquito menos que a los avispones, estos al menos, de momento, no me atacan. Pero qué importan los jabalíes y los avispones habiendo humanos a nuestro alrededor. Como un día a algún enajenado le dé por prender una cerilla, no queda ni rastro de la Cereza y la Almendra. Porque en nuestra urbanización somos todos somos muy ecologistas. Tanto que no se nos ocurre limpiar el monte, no sea que se nos gaste. En fin, les prometo que yo hoy iba a escribir sobre un libro que he leído que explica como conseguir que nuestros jardines favorezcan la existencia de insectos. Pero se me han quitado las ganas. Las fotos ya no vienen a cuento, pero ya no las quito, demos un poco de colorido a un día negro. 







miércoles, 27 de septiembre de 2017

25/09/2017



A quién se le ocurre enseñar a los amigos fotos de los ramos de flores que hago. Dónde ha confianza da asco y como era de esperar me cayó la del pulpo. Una vez que se cansaron de hacer referencias a mi potencial homosexualidad por hacer ramos de flores, pasaron a los aspectos más técnicos del asunto. Porque claro, hacer un ramo de flores les parece una mariconada, pero luego todos son expertos en ramos de flores. Y en lo que se tercie, que para eso somos españoles. Que si no parecen un ramo, que dónde están las rosas, que si hay pocas flores, que si no tienen color, que si menudo caos. Me imagino que aquello fue un curso acelerado de la opinión sobre jardines naturalistas que te podrías encontrar  en la calle. Pero al fin uno dijo una frase que a mí me bastó: "si es que parece que has arrancado un trozo de campo y lo has metido en un jarrón". Pues eso. Esa era la idea, así que yo a lo mío. 
Con la llegada del otoño nos metemos de cabeza en los meses en los que más disfruto el jardín. La bajada de las temperaturas, el pico de las especies de floración tardía, la coloración otoñal de vivaces, árboles y arbustos, y sobre todo esa luz tan especial que el menor ángulo solar aporta a los atardeceres, convierten a estos meses en una época muy especial. Plantas como las que aparecen en este ramo son responsables de ello. Así a bote pronto se me ocurre que para disfrutar unas cuantas semanas más de un jardín vivo, nos es mala estrategia emplear especies que se engloben en una de estas tres categorías: 
  • Las incansables: esas especies que florecen durante meses y no parecen rendirse hasta que el frío les demuestra de golpe que su tiempo ha pasado. En este ramo aparecen las flores moradas de Origanum laevigatum Herrenhausen. En mi jardín llevan en flor desde finales de Julio. Por ponerle una pega es una planta que necesita estar bien rodeada para tener en quien apoyarse o sujetarla con estacas (ufff, esto me lo prohibe la pereza) si no quieres que se desparrame. El orégano de toda la vida, el que siempre hemos puesto en la pizza (Origanum vulgare) también se ha mostrado en estos últimos años como una planta todo terreno que soporta las duras condiciones de nuestro terreno. Entre mis planes está emplearlo más abundantemente como planta de relleno. Otras flores incansables en nuestro jardín son las Echinaceas purpureas. Ya nos habíamos despedido de ellas y disfrutábamos de sus cabezuelas secas cuando han decidido lanzar una tímida aunque muy agradecida segunda floración. Hay más en esta categoría aunque no aparezcan en el ramo, claro. Por ejemplo una de mis favoritas: Verbena bonariensis, que está en flor desde principios de la primavera hasta bien metidos en el otoño. Lástima que no se comporte como una vivaz de larga duración. Aunque se resiembran con facilidad y tiene su punto de emoción descubrir dónde aparecerán cada año. Salvia greggii es otra planta por la que no aposté demasiado por su relativa tolerancia al frío, pero que después de tres años parece bien adaptada a nuestras condiciones. Este año ha presentado una floración muy pobre durante el verano pero ha decidido dar el do de pecho con la llegada del otoño. Bienvenida sea. 


  • Las tardías: esas plantas que se animan a florecer cuando la mayoría ya andan de retirada. En mi jardín destacan sobre todas las demás los Sedum telephium. En el ramo aparecen flores de la variedad Autumn Joy o Herbstfreude. Espectaculares en estas últimas semanas. Además sus cabezas florales aportan color muchos meses después de secas. No se quedan atrás las Sedum telephium Matrona, de hojas de tono violeta y flores más oscuras, ni otra variedad que no tengo identificada. Es similar a la Autumn Joy pero con una flor de un rosa mucho más suave. Me gustaría contar con otras plantas capaces de tener esta fuerza al final del verano. Este año he empezado con los Aster. Y me han hablado bien de la Sternbergia lutea, una planta bulbosa que en algunos sitios llaman narciso de otoño. Aún no he podido probarla. Y mientras no llegue a otras con la capacidad de los Sedum tendré que conformarme con seguir disfrutando de las estrellas del otoño: las gramíneas. 




  • Las gramíneas: un encargado de un vivero me decía un día que las gramíneas son muy aburridas. Casi le pego. No conozco plantas que aporten más movimiento y textura a un jardín. Muchas de ellas mantienen su espiga en buen estado durante muchos meses (Calamagrostis acutiflora Karl Foerster, por ejemplo) y otras es ahora cuando se deciden a florecer. En mi jardín por ejemplo hemos decidido que pasamos del equinoccio y que el otoño llega cuando las Muhlenbergia capillaris digan. Este año van retrasadas, o mi impaciencia va adelantada. En el ramo aparecen Pennisetum allopecuroides, una hierba que muestra gran robustez en nuestro jardín y que a finales del verano lanza sus espigas iridiscentes. Justo a tiempo para los atardeceres otoñales que decíamos antes. Como no todo van a ser éxitos, otra de las hierbas que aparecen en el ramo es uno de nuestros fracasos: Panicum virgatum. Es una hierba que de acuerdo a la teoría debería desarrollarse bien en nuestro terreno. No es así. El primer año que las plantamos se desarrollaron de manera espectacular pero durante el primer invierno murieron la mayoría. Diría que no se llevan bien con la arcilla y que mueren asfixiadas por la humedad invernal. Las que sobrevivieron y replantamos, tampoco han llegado a desarrollarse en condiciones y parecen en claro retroceso. Una lástima porque el colorido de su follaje en otoño es espectacular. Pero en fin, probaremos con otra cosa. Para terminar en el ramo aparece una espiga de una de esas plantas capaces de marcar el carácter de todo un jardín: Miscanthus sinensis. Con un aspecto parecido a primera vista a los tan usados, y en algunas zonas del norte desbocados, plumeros (Cortaderia selloana) a mí me resulta una planta más delicada, menos cortante (podar un plumero es un trabajo de alto riesgo) y con una floración más espectacular. En mi jardín tenemos macizos de Miscanthus sinensis New Hybrids y Early Hybrids, obtenidos desde semillas compradas en Jelitto. No llego a percibir la diferencia entre unos y otros, la verdad. Sí que muestran un aspecto muy diferenciado los Miscanthus sinensis Malepartus que plantamos en una tercera zona del jardín. Su floración es mucho mas temprana y sus vegetación amarillea mucho antes. En estas semanas todos ellos hay momentos del día en el que sus espigan parecen atrapar más luz del sol de las que les corresponde. 




jueves, 14 de septiembre de 2017

Muros en la Cereza y la Almendra



Dicen sus críticos (y a veces también sus defensores) que la jardinería naturalista es messy. Los diccionarios traducen messy como desordenado, caótico, poco limpio. Aunque si yo tuviese que elegir la palabra que me viene a la cabeza cuando alguien define una plantación como messy, ésta sería desgreñado. En fin, mi jardín es muy messy, así que aunque el argumento no se soporte por las reglas de las lógica (si p entonces q no significa que si tenemos q vayamos a tener p), quiero suponer que esto significa que mi jardín es muy naturalista. En cualquier caso a mi me gusta como luce y cómo va evolucionando, pero admito que no estaría de más que lo peináramos un poco. Estamos en ello. En los dos últimos años hemos avanzando poco a poco en la creación de cierta estructura que hace que el jardín sea más habitable y resulte menos caótico.
Nuestro jardín se encuentra en una parcela con fuerte pendiente, y cuando los arquitectos nos entregaron los planos del diseño original, la casa venía acompañada de bastantes metros de muros de contención para la creación de terrazas. Esas terrazas permitirían que pudiéramos disfrutar del entorno de la casa sin miedo a rodar ladera abajo. Pero el vil dinero manda y con todo el dolor de nuestro corazón el 90% de esos muros se cayeron del proyecto inicial. Dejamos los indispensables para no caer al vacío al salir de casa. El día que la estrenamos, al ver la vista desde la ventana de la cocina pensé que así debía ser la última visión del capitán de un barco a punto de ser engullido por una ola. Una empinada ladera se nos venía encima cada vez que me ponía a fregar los platos. Así que aún se estaba secando la pintura de la casa cuando ya estábamos abordando la fase 2 de los muros de contención. Estos nuevos muros nos permitieron aislar la casa de esa pendiente y tener una zona exterior anexa plantada de césped en la que hemos hecho casi tanta vida como dentro de la casa. 

Los espacios exteriores habitables de un jardín deben ser tan cuidadosamente diseñados como cualquier otra habitación de la casa. O incluso con más cuidado, porque muchas veces se les va a dar un mayor uso. No diré que no tenga buenos recuerdos de nuestro dormitorio, pero vamos a dejarlo en que allí principalmente dormimos. En el fondo no hace falta mucho diseño ni espacio para dormir. Objetivamente se necesita un sitio dónde quepa una buena cama y poco más. En cambio, un espacio en el que vas a jugar, comer, leer, descansar, tomarte tus gintonic y en general practicar casi cualquier forma de esparcimiento que se te ocurra, conviene que esté diseñado con esmero. La zona exterior conseguida con estos primeros muros de contención es lo que vemos desde las zonas más habitadas de la casa y en realidad es dónde estamos casi siempre que el tiempo lo permite. Aquí es dónde hemos disfrutado numerosas cenas y comidas con familiares y amigos. Las barbacoas que hemos celebrado aquí deben dar para llevarse por delante una buena piara de cerdos.

Una vez construidos estos muros necesitábamos solar el suelo de un pequeño espacio que funcionaría como transición entre la cocina y el césped. El que se haya enfrentado a una obra sabrá lo complicado que es tratar con el mundo de la construcción. En los años en los que más apretaba la crisis no conseguíamos encontrar un constructor que quisiera rebajar el terreno y solar unos miserables treinta metros cuadrados sin imponernos condiciones imposibles. El acceso a muchas partes de nuestra parcela sin talar árboles es imposible, y aquí un par de constructores nos insistían en la necesidad de eliminar unas decenas de robles para que una excavadora y una hormigonera pudieran acceder. No es que me guste ver a la gente trabajar a pico y pala, pero es que me gusta menos cortar nuestros robles. No había forma de llegar a un acuerdo. Hasta que dos hermanos rumanos se cruzaron en nuestro camino. 
-Queremos solar este espacio. Con hormigón impreso. A manta.
-Bien señorrr. Fácil. 
-Ya... pero... ¿qué necesitáis?
-Nada señorrr.
-Ya... pero... ¿no necesitáis ninguna máquina?
-¿Maquinas?. No señorrrr. Las máquinas solo sirven para quitar trrrrabajo a la gente. 
Ves, así sí que nos entendemos. Nunca había visto trabajar a nadie tan rápido y con tanta calidad como aquella familia de rumanos. No nos mintieron y allí no hubo ni retroexcavadoras, ni grandes pértigas para bombear el hormigón de una hormigonera. Todo el hormigón lo bajaron en carretillas. Y aquí viene la parte curiosa de la historia. Para bajar el hormigón con la carretilla seguían una trayectoria curva que de una forma natural minimizaba la pendiente. En cada viaje algo de hormigón rebosaba de la carretilla que iba dejando a su paso un claro reguero de cemento. El resultado final fue que por el mismo precio tuvimos una zona de estar solada en hormigón impreso y un camino de bajada de hormigón rebosado. El camino era bastante precario, pero ese camino definido por un armario empotrado bajando carretillas de hormigón por dónde le resultaba más cómodo, es lo que ha articulado gran parte de la zona de jardín más cercana a la casa. Alrededor de ese camino se han sucedido las plantaciones y ahora lo estamos solando en condiciones mediante losas de hormigón que vamos construyendo con un molde artesanal. Un fin de semana bueno puedo llegar a hacer dos de estas baldosas. Pero hay fines de semanas que no vamos. O fines de semanas que la lluvia o la helada no dejan hacer hormigón. Necesito unas cuarenta baldosas. Hagan cuentas. Luego hay que colocarlas, y cada baldosa pesa unos setenta kilos. En fin, uno a veces se siente un poco Sísifo.
Camino de baldosas de hormigón
Molde para la construcción de baldosas de hormigón.


Justo en el arranque de ese camino y al lado de la zona de césped hemos abordado una nueva zona dónde queremos instalar una mesa exterior en la que seguir dando cuenta de la suculenta cabaña ganadera segoviana. Para ello, por supuesto, hemos necesitado nuevos muros de contención. Estos hasta los hemos hecho nosotros, y nos han quedado, yo diría que familiares: no son perfectos pero nosotros los queremos. Lo malo es que al terminar estos muros, nos hemos dado cuenta de que de una manera bastante llamativa nuestra zona exterior incumplía algunos de los principios básicos del diseño de jardines. En la jardinería, como en casi todo, cada problema tiene diferente soluciones que dependen de las circunstancias y del resultado al que se quiera llegar. Pero sí que hay una serie de principios fundamentales para el buen diseño que conviene tener en cuenta independientemente del estilo del jardín. Hay muchos principios relacionados con el diseño y las artes en general, pero para este caso concreto me voy a quedar con aquellos que define Thomas Church en su libro Gardens are for People (de lo mejor que se haya escrito sobre la relación necesaria del jardín con la casa y sus propietarios). Estos principios son unidad, funcionalidad, simplicidad y escala. Él los define mejor de lo que podría hacerlo yo:

El éxito del diseño dependerá en gran medida de estos cuatro principios fundamentales: unidad, que es la consideración del esquema como un todo, tanto de la casa como del jardín; funcionalidad, que es la relación de las áreas de servicio práctico con las necesidades del hogar y la relación de las áreas decorativas con los deseos y el placer de los que las utilizan; simplicidad, en la que puede descansar tanto el éxito económico como estético del diseño; y escala, que nos aporta una relación agradable de las partes entre sí.

En nuestro caso después de la construcción de los últimos muros de contención había algo que chirriaba. Poco a poco se fue haciendo evidente que teníamos un problema de unidad y de escala. Unidad porque las dos zonas lisas obtenidas a una misma cota por muros construidos en cotas distintas no estaban bien comunicadas. Hacían esquina y el espacio entre ellas lo llenaba un terreno con una doble pendiente en sentido norte-sur y este-oeste. Aquello más que una zona de estar parecía un tobogán. El segundo problema era de escala. La escala es quizás el concepto más etéreo de todos y el más importante. Es clave que las dimensiones de una zona del jardín sean acordes a las dimensiones del resto. Pero también es importante que esas dimensiones encajen con las de la casa y con las necesidades del jardín .Un jardín puede estar perfectamente diseñado sobre un plano y luego en el terreno, al observar su integración con la casa y sus habitantes, parecer pequeño y abarrotado. Me temo que no hay reglas maestras para la escala, pero como nos recomienda Thomas Church, en caso de duda, lo mejor es hacerlo más grande. Si ya lo decían en mi pueblo. Ande o no ande pero que sea grande. En resumen, nuestra zona de césped en su relación con el bosque y las pendientes que la rodeaban nos generaba dudas, así que hemos optado por hacerla más grande. ¿Adivinan cómo? Sí señor. Con un nuevo muro de contención. En realidad con la extensión del ya existente hasta su cruce con la cota marcada por la pendiente este-oeste. Esto nos ha permitido ampliar considerablemente el espacio liso a nivel con el suelo de la cocina y reducir en mucho la visibilidad que tenemos de la pendiente norte-sur. 

Construcción del nuevo muro de contención

Labores de relleno del nuevo muro de contención
Y nada, ahora ya está chupado. Ya sólo tenemos que bajar a carretillas doce metros cúbicos de tierra con mantillo (sí, por el camino que en su día siguió el rumano), construir arquetas, colocar borduras, instalar un nuevo sistema de riego, ampliar y resembrar la pradera de césped, y plantar dos parterres paralelos de vivaces de casi treinta metros de largo, que si llegan a parecerse mínimamente a la idea que tenemos en la cabeza serán la joya del jardín en los años venideros. ¿Quién dijo que la jardinería es aburrida?

lunes, 4 de septiembre de 2017

Mi Periplo Inglés (y un poquito Francés)


Este verano hemos podido hacer un bonito viaje por Inglaterra y Francia. Tomamos un Ferry en Santander que nos llevó hasta Plymouth, pasamos unos días en Somerset, recorrimos Oxfordshire, nos detuvimos en Londres, cruzamos el canal de la Mancha (o el British Channel yendo desde ese lado) y regresamos a España pasando por Normandía y el Valle del Loira. Como resumen les diría que hemos aprendido que el Cantábrico se mueve infinitamente más que el Mediterráneo, que ya sabemos lo que es el Glamping, que los Costwoolds hastían de puro bonitos, que Londres da para no cansarse de visitarla nunca, que la Pérfida Albión tiene gente nada pérfida (algún pérfido habrá también), que no me extraña que la llamasen así porque desde luego llegando desde Francia se ve muy, muy blanca, que hay gente que manda a sus caballos de vacaciones a Francia y que la luz Normanda es, en efecto, muy especial. ¿Y de jardines? Bueno, ppssscheeee.... alguno hemos visto. El proceso de preparación del viaje fue o menos el siguiente:
  • Fase 1 de la preparación del viaje: preparé un listado que debía incluir doscientos jardines en los cuatro puntos cardinales de Gran Bretaña. Me pareció un poco exagerado eso de visitar los cuatro puntos cardinales de un país así de golpe y opté por hacer un pequeño filtrado.
  • Fase 2 de la preparación del viaje: me centré en el suroeste de Inglaterra y elaboré un listado de unos cincuenta jardines con la ayuda de amigos, libros y libros amigos. A mí me parecía algo muy razonable, pero por si acaso me había quedado corto decidí enseñárselo a mi mujer. Levantó una ceja y se limitó a preguntarme si recordaba que nuestras hijas viajaban con nosotros. Después de darle muchas vueltas caí en que inexplicablemente me sugería que a nuestras hijas quizás se les hiciera algo pesado un viaje con tanto jardín. Estoy abierto a críticas constructivas. Y también a lo que diga mi mujer, así que opté por filtrar algo más. 
  • Fase 3 de la preparación del viaje: reduje el listado a unos veinte jardines que incluyeran ejemplos de jardín paisajista inglés, jardines Arts&Crafts, jardines naturalistas y algo de todo el abanico de paisajistas posible. Le enseñé la lista mi mujer y dije con voz firme: y de aquí no me muevo. Mi mujer levantó la vista por encima del libro que estaba leyendo y no dijo más. Opté por subrayar lo que me parecía imprescindible dentro de esa lista. 
¿Al final qué hemos visto? Pues la mitad de lo que me hubiera gustado y el doble de lo que una persona normal considera razonable. Si consideramos que mi mujer y mis hijas son personas normales, claro. Como la cabra tira al monte la mayor parte de jardines de subrayé como imprescindibles de la muerte eran jardines naturalistas. No me quejo, claro. Después de las vacaciones no hay divorcio a la vista y he podido pasear por jardines de Piet Oudolf, Tom Stuart-Smith, Nigel Dunnett, y James Hitchmough. También podríamos decir que he olfateado un jardín de Dan Pearson. Diría que si hace un año hubiese hecho una lista de los cinco o diez jardines que más me gustaría visitar, muchos de estos jardines habrían estado en ella. Oudolf Field en Hauser & Wirth Somerset, Broughton Grange y Le Jardín Plume no me cabe la menor duda que habrían estado en semejante lista. Visitar los Merton Borders en el Botánico de Oxford ha sido una gozada porque se trata de una plantación que había salido al menos dos veces en este blog y además acababa de leerme el estupendo libro de James Hitchmoug, Sowing Beauty. Pettifers me lo habían recomendado varias veces y aparece en varios libros de recopilaciones de jardines ingleses. Y pocos jardines sigo tan de cerca como The Barbican en el centro de Londres gracias a las estupendas publicaciones que Nigel Dunnett hace periódicamente en facebook. En fin, que el viaje no ha tenido desperdicio y esperamos poder volver. Mis hijas creo que a alguna zona con menor densidad de jardines y a poder ser sin navegar el Cantábrico. Me gustaría escribir sobre todos los jardines visitados, pero no prometo nada, que después de este viaje y mis listas me conozco un poco mejor. Así que al menos les dejo con algunas fotos. En alguna se puede ver a un tipo con cara de alelado. Se incluyen dichas fotos como muestra del poder terapéutico de la jardinería. 

Jardín de Piet Oudolf en Hauser & Wirth, Somerset

Jardín de Piet Oudolf en Hauser & Wirth, Somerset

Prior Park, en Bath. Los ingleses del XVIII no tenían sentido de la medida

Broughton Grange, Oxfordshire

Broughton Grange, Oxfordshire

Broughton Grange, Oxfordshire

Pettifers, Oxfordshire

Pettifers, Oxfordshire

Pettifers, Oxfordshire

Detrás de esa valla se esconde The Old Rectory, de Dan Pearson, en Naunton

Merton Borders, Botánico de Oxford

Merton Borders, Botánico de Oxford

Merton Borders, Botánico de Oxford. Ni la lluvia apagaba el colorido de esas plantaciones

The Barbican, Londres

The Barbican, Londres

The Barbican, Londres

Potter Fields Park, Londres

Potter Fields Park, Londres

Potter Fields Park, Londres


Le Jardin Plume, Normandía

Le Jardin Plume, Normandía

Le Jardin Plume, Normandía


viernes, 28 de julio de 2017

La buena salud de los jardines naturalistas en España


Andre Malraux dijo: el siglo XXI será espiritual o no será. Vaya usted a saber qué quiso decir con eso. Si es que lo dijo, que tampoco está tan claro. Pero es una frase que suena bien, muy contundente, muy profunda. Así que mucha gente la repite, la rebate o la adapta. Ahí va mi adaptación: en el siglo XXI la jardinería será naturalista o no será. No aplicaré derechos de autor sobre la frase, porque en el fondo me parece una perogrullada. Opino que hay que diferenciar el marco del contenido, y que el naturalismo de la jardinería está en el contenido y no en el marco. Como además para mí, naturaleza es prácticamente todo, no me resulta complicado encontrar contenidos naturalistas, por lo que mi visión de lo que es un jardín naturalista es tan amplia que obviamente la jardinería será y es naturalista. Pero esto es hacer trampas porque es cierto que la gente suele tener una idea algo más concreta sobre lo que son jardines naturalistas. ¿Será cierta la frase con una definición algo más acotada de lo que es o deja de ser naturalista? Pues obviamente no lo sé, pero sí creo que debería ser cierta, y más aún en un país como España.  De entre las muchas cosas que pueden definir lo que se entiende en estos días por jardín naturalista, yo me voy a quedar con dos como esenciales: 
  • Perseguir la generación de un impacto emocional en el espectador a través de la evocación de un modelo natural. 
  • Mejorar la huella ecológica del jardín: hacer un uso eficiente del agua, reducir el empleo de productos químicos y maquinaria, y muy especialmente generar ecosistemas que aporten valor a la vida salvaje. 
Estos aspectos que son importantes en general, deben serlo más aún en España en particular. El primero me parece importante porque en España no destacamos especialmente por valorar la naturaleza. Por poner un ejemplo, el interés por la jardinería en nuestro país está muy lejos del existente en otros países. Esto más que opinable es medible, sólo hay que comparar el número de publicaciones, eventos y negocios relacionados con el ramo. Así, buscar a través de un jardín una interpretación de la naturaleza que sea capaz de despertar algo en el espectador, puede ser la mejor de las maneras para que ese espectador se interese por la naturaleza y paisajes que hay más allá del jardín. Respecto a la importancia del segundo punto, creo que la dureza y aridez de nuestro clima dejan más que claro que trabajar en soluciones que ayuden a la resilencia y sostenibilidad de los jardines es casi un deber. Por estas razones y por mis gustos particulares me alegra ver que desde el momento en el que empecé a escribir este blog hasta el día de hoy, la situación en lo que respecta a los jardines naturalistas en España ha mejorado. Ahí van tres ejemplos en los que me apoyo para asegurar esto.

Difusión internacional del trabajo de paisajistas españoles

No es habitual encontrarse en ediciones extranjeras de libros y revistas sobre jardinería (y menos en las españolas, porque apenas existen) ejemplos de jardines españoles. Cuando aparecen suelen ser jardines de Fernando Caruncho, jardines en España de autores extranjeros como Arabella Lennox Boyd  o jardines que recuerden a la Alhambra de Granada cuando no son la propia Alhambra de Granada. Pero en el último año revistas como Garden Illustrated en Gran Bretaña o Garden Design en Estados Unidos, han publicado reportajes sobre algunos jardines de Miguel Urquijo, Renate Kastner y Fernando Martos. Las publicaciones de estos jardines nos alejan de los tópicos sobre la jardinería en nuestro país y demuestran que el buen hacer  de un paisajista puede lograr que el clima español sea compatible con las nuevas corrientes de jardinería sin renunciar a un sello personal y cultural. La excelente fotógrafa Claire Takacs me ha permitido emplear alguna de sus fotos como muestra de las maravillas con sello español que se están publicando en revistas extranjeras.

Jardin en Salamanca de Miguel Urquijo y Renate Kastner. Foto de Claire Takacs

Jardin en Rascafría, Madrid, de Miguel Urquijo y Renate Kastner. Foto de Claire Takacs

Jardin en Consuegra, Toledo, de Miguel Urquijo y Renate Kastner. Foto de Claire Takacs

Jardín en el Casar, Guadalajara, de Fernando Martos. Foto de Claire Takacs

Jardín en el Casar, Guadalajara, de Fernando Martos. Foto de Claire Takacs


Nuevos jardines de corte naturalista

El grupo de paisajistas españoles trabajando en la creación de jardines muy interesantes no es nada despreciable y en los próximos años vamos a poder disfrutar poco a poco del trabajo que están desarrollando. Hace poco más de un mes tuve la oportunidad de visitar un nuevo jardín de Miguel Urquijo en Ávila y de la visita salí (y ya sé que Miguel me va a llamar de nuevo exagerado) atónito. De la ilusión y pasión por el buen hacer compartidos por el diseñador y el propietario, ha nacido un jardín que en su arriesgada concepción, dimensiones, empleo de materiales locales, selección de especies vegetales y adaptación a un paisaje y arquitecturas seculares, aporta un nuevo salto de calidad a nuestro panorama paisajista. Es necesario esperar un par de años más a que el jardín alcance su madurez, pero lo veremos.
Pero como ejemplo de los jardines tan interesantes que se están haciendo he elegido uno del que sus autores ya han publicado fotografías y que se encuentra en mi lista particular de maravillas. Se trata de una cubierta vegetal en Madrid diseñada por Enriqueta León y Olmo Rengifo. Las fotos tomadas de la web del estudio (estudio Planta Paisajista) muestran el jardín en su segundo año. No hay mejor muestra que estas fotos de que los diseños naturalistas basados en vivaces entregan resultados con una rapidez y espectacularidad sorprendentes. Me resulta muy esperanzador que en España haya clientes que busquen soluciones como esta para la cubierta de su vivienda. Y más esperanzador aún que haya paisajistas capaces de ejecutarlo con semejante maestría. 
Cubierta vegetal en Madrid del estudio Planta Paisajista

Cubierta vegetal en Madrid del estudio Planta Paisajista

Cubierta vegetal en Madrid del estudio Planta Paisajista

Cubierta vegetal en Madrid del estudio Planta Paisajista

Cubierta vegetal en Madrid del estudio Planta Paisajista


Experimentación con nuevas aproximaciones a la jardinería en nuestro clima

Desde hace años, los autores Nigel Dunnet y James Hitchmough están trabajando en una aproximación al diseño de jardines basada en la siembra de mezclas de semillas. Sus trabajos particulares y sus colaboraciones con diseñadores como Tom Stuart-Smith y Sarah Price han dado resultados que muestran ya sin ninguna duda la validez de su propuesta. En España también hay paisajistas que están trabajando en esta línea en la que es clave la creación de mezclas de especies adecuadas a la aridez y raquitismo de nuestros suelos. De entre estos estudios me quedo con los de Miguel García Ovejero y sus ensayos en el parque Felipe VI y en el Real Jardín Botánico, los dos en Madrid. Sus praderas ya han demostrado que las mezclas de anuales en nuestro clima ofrecen resultados que despiertan el interés de los madrileños. Durante este año sus estudios avanzan en la línea de mezclas de vivaces y sus campos de prueba en el Jardín Botánico, en un entorno mucho más controlado y menos agresivo que las antiguas escombreras plagadas de conejos del Felipe VI, pueden entregar resultados muy interesantes.  
Plantación de Anuales en el Botánico de Madrid

Plantación de Anuales en el Botánico de Madrid

Plantación de Anuales en el Botánico de Madrid

Plantación de Anuales en el Botánico de Madrid


Al rebufo de todos ellos esperemos seguir practicando la jardinería y escribiendo.

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